Los scrubs son exfoliantes físicos, generalmente en forma de cremas, geles o aceites, que contienen partículas abrasivas diseñadas para eliminar células muertas de la piel.
Estas partículas pueden ser naturales, como azúcar, sal, cáscaras de nueces pulverizadas, o sintéticas, como microesferas.
Los scrubs están diseñados para usarse en la cara, cuerpo, o incluso en áreas específicas como labios o pies.
Los scrubs tienen el propósito principal de exfoliar la piel, lo que significa remover las células muertas acumuladas en la superficie. Esto permite:
Mejorar la textura de la piel.
Promover la regeneración celular.
Facilitar la absorción de productos hidratantes y tratamientos.
Limpiar profundamente los poros, reduciendo la aparición de puntos negros o espinillas.
Piel más suave: Eliminan asperezas, dejando la piel más lisa y uniforme.
Luminosidad: Mejoran la circulación sanguínea superficial, dando un aspecto más radiante.
Prevención de obstrucciones: Ayudan a evitar la acumulación de sebo y células muertas que generan acné.
Preparación para tratamientos: Optimizan la eficacia de cremas y sérums al permitir una mejor penetración.
Retoque estético: Pueden ayudar a emparejar el tono de la piel y minimizar marcas leves.
Aunque los scrubs son seguros en la mayoría de los casos, su uso no es recomendable para todas las personas o situaciones:
Piel sensible o irritada: Pueden causar enrojecimiento o aumentar la sensibilidad.
Acné inflamado: Los scrubs pueden empeorar la inflamación y propagar bacterias.
Heridas abiertas: Podrían causar infecciones.
Rosácea o eccema: En estas condiciones, la exfoliación física puede agravar los síntomas.
Uso excesivo: Exfoliar demasiado frecuentemente puede debilitar la barrera cutánea, generando deshidratación o sensibilidad.